Atrapado para siempre —como quedan esos insectos que nos enseñan en los documentales de naturaleza— en una planta carnívora, así quedó Jesús.
¡¡Por favor moderen su tono de voz!! —Ordenó, perdiendo la paciencia— el presidente de la mesa negociadora del convenio colectivo.

Ya era el cuarto día y los ánimos estaban encrespados, pues las partes no cedían en sus posturas. La voz cantante por la parte de los trabajadores la llevaba Jesús, uno de los representantes sindicales con mas peso en la negociación, pues la patronal tenia claro el apoyo que este líder tenia entre los suyos.
Quien le conoció entonces cuenta, que Jesús Gómez Laredo desde muy joven fue bastante popular entre los compañeros de aulas en los colegios en los que cursó sus distintos grados de preparación.
Mas adelante ya en los primeros tiempos de su vida laboral, se caracterizo por ser un hombre serio y con fama de trabajador y honrado.
Su popularidad y la influencia ejercida por algunos antiguos luchadores de la empresa en la que estaba, hizo pronto de Jesús un sindicalista muy apreciado por sus compañeros.
Era un negociador duro, ¡¡si seguimos por este camino, convocaremos una huelga!! —advirtió esa mañana a los representantes de la patronal—el pacto iba por mal camino; las posturas inamovibles por parte de todos, daban cuenta de lo inevitable de una próxima ruptura de negociaciones.
En vista de la tensa situación, el presidente de la mesa convocó un receso para enfriar el ambiente ¡tomamos unos cafés y en un par de horas seguimos esta discusión! —propuso, con el asentimiento general—.
Salieron de la gran sala, en la que en torno de una enorme mesa oval se oficiaban las juntas y se encaminaron animadamente hacia la cafetería. Todos menos Jesús que consultaba cabizbajo los papeles de una carpeta corriente de color azul.
Alguien que había estado calladamente observando al líder obrero, el presidente de la empresa y director gerente, cuyo papel en la negociación era — pese a ser a quienes consultaban los jurídicos—extremadamente discreto, se dirigió hacia él resuelto: ¿Qué tal va todo Jesús? ¿Y la familia?. Sorprendido y a la vez azorado por el repentino asalto del jefe, el sindicalista contestó con frialdad, bien gracias.
¿Vamos a tomar un café?, Jesús negó serio con la cabeza, ¡¡yo invito hombre!! ¿Dime cual es la razón de que no podamos tomar un café y charlar? Posiblemente pienses que mi cargo de jefe lo impida, pero te equivocas, yo soy como tú un empleado de la empresa, tengo claro está mis obligaciones, ahí dentro soy de la parte contraria a la que tú representas, pero aquí fuera soy Ricardo, una persona, ¿no crees?, ¡¡anda vamos a tomar un café!!, te aseguro que no vamos a hablar nada de lo que estamos haciendo en esta sala, no sufras y puedes creer que entiendo tus reticencias, pero te equivocas, igual que tú, soy serio y honrado, ¿tienes prueba de lo contrario? Seguro que no, ¿verdad? Y…… tutéame por favor.
Todavía estaba un poco azorado Jesús , cuando sentados en la barra del café, pidió Ricardo los desayunos.
¿Cuántos hijos tienes?
Tengo dos el mayor de nueve años, la niña de cinco, don Ricardo.
¡¡Hay que ver!! tutéame por favor, también tengo dos, el pequeño tiene la edad del tuyo.
La inicial aprensión de Jesús, fue cediendo, sus contestaciones ya no eran tan escuetas.
Continuaron las reuniones durante varios días e invariablemente, Ricardo buscaba en los recesos la compañía de Jesús para el desayuno, además por deseo de este último pagaban una vez cada uno.
El quinto día de negociación fue especialmente duro, era inevitable la ruptura, los sindicalistas anunciaron la huelga.
Ese día, los nervios jugaron una mala pasada a Jesús.
Harto de la postura de la empresa, intentando bajar el salario, las exigencias de aumentar la productividad y el horario de trabajo, argumentando perdidas de la compañía y amenazando con llegar a despidos, razonándolo todo con montañas de papel y gráficos, dio un puñetazo en la mesa y soltó un exabrupto.
Ricardo ni siquiera pestañeo.
Luego en el ya habitual descanso, Ricardo abordó a Jesús.
He sabido—dijo con voz grave y tono comprensivo—del problema de tu chico.
Por un momento el sindicalista se paralizo, su mente voló a su casa, recordó la escena última con su mujer, contándole ésta los resultados de la visita al oftalmólogo.
“…Va a perder la visión del ojo, solo una operación muy delicada podría solucionar el problema y esta clase de operaciones se hacen en clínicas privadas y son carísimas….tampoco está seguro del alcance y gravedad de la lesión…”
Recordaba también que vino a la negociación con el ánimo por los suelos; no podía asumir la ceguera del hijo, le acudió de pronto la amargura que sintió ante los reproches de su esposa, cuando él se reconoció incapaz de dar una solución.
Volvió a la realidad con un imperceptible sobresalto.
Ricardo le hablaba de lo importancia de la familia y lo que valoraba a sus empleados.
“….Por eso, le he dado orden a los servicios médicos que se pongan en contacto con esa importante clínica barcelonesa para que diagnostiquen correctamente a tu chico y si hiciera falta una operación que no se repare en gastos, es lo menos que puede hacer nuestra empresa por alguien con esa entrega a ella como la que tienes tú…..”
Jesús inmediatamente llamó a su esposa. Ella confirmo la visita del jefe de los servicios médicos un rato antes. Les había llegado una esperanza.
A la vuelta a la sala de reuniones, el sindicalista se mostró conciliador.
Debemos llegar a un acuerdo, estudiaremos vuestras propuestas, al fin y al cabo de la buena marcha de la empresa dependemos todos— dijo ante la sorpresa de sus compañeros—la huelga no es buena para nadie, seguiremos negociando.
Días después, se llegó a un acuerdo. Jesús convenció al resto de los representantes sindicales, de la bondad de éste. Defendió el acuerdo en la posterior asamblea de trabajadores donde se ratificó el acuerdo, sobre todo por la defensa que le hizo Jesús en su intervención.

En realidad el nuevo convenio era una regresión de los derechos que tenían anteriormente. Era un calco de las propuestas iniciales de la empresa.
A la salida de la firma, el presidente de la mesa, que era a su vez el Jefe de Recursos Humanos de ésta, se acerco a Ricardo y le hablo susurrando.
¡¡No lo puedo creer jefe, el resultado de esta negociación nos va ha hacer ganar mucho!!
¿Cómo lo has conseguido? Si casi no has intervenido.
Ricardo, con la mirada perdida en uno de los frescos que adornaban el magnífico edifico de las oficinas centrales de la empresa, le respondió con la suficiencia de maestro en estas lides “…No creas que ha sido fácil, hay que saber evaluar el coste de cada operación financiera y las ganancias que esta reportará. Por unos cuantos miles vamos a ganar millones. La voluntad de las personas tiene un precio. Se trata de comprar voluntades. Pero no hay que comprar muchas, solo unas pocas necesarias. Y sobre todo saber el precio que tienen…”.
En la actualidad los trabajadores tienen poca representación sindical. Las condiciones de trabajo son mucho más duras para todos. Aunque la situación de Jesús ha mejorado.Está contento la carísima operación de su hijo lo curó. Por otra parte su matrimonio va muy bien porque además tiene un cargo de confianza en la Compañía y su salario es mayor.
Ricardo no ha vuelto a hablar con él desde entonces, ni siquiera respondió a sus llamadas de agradecimiento.
Y de vez en cuando a Jesús, le viene la sensación de estar atrapado en una planta carnívora.
Texto:© del autor de esta página, Juan Francisco
Esta obra se distribuye con una licencia de Creative Commons
Archivos propios de © fotografías basadas en imágenes modificadas del autor de esta página.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 2.5 España.


