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Cuando días atrás recibí la invitación de Senovilla, a participar en una jornada en la que un importante número de bitácoras participaría teniendo como tema la convivencia acepté encantado la propuesta, pero inevitablemente me rondó la cabeza lo difícil que es esta, pues hablar de convivencia supone ante todo despejar lo que el término conlleva implícito en la relación del sujeto individual con sus semejantes y de ellos con él.
· LA INTIMIDAD
· Cualquier lector de estas líneas reconocerá la necesidad de un espacio personal en el que nos sentimos realmente mas cómodos sin que las convenciones a que nos obligan el trato con los demás, nos repriman.
· El hogar, sea este el que sea,(no me refiero solo a las paredes de un edificio o un cuarto, aunque estos lo sean en la mayoría de veces), es nuestro espacio personal, lugar en el que queremos que se respete nuestra intimidad.
· Hay una palabra en lengua inglesa privacy,(I want my privacy), significa algo así como: por favor, déjenme solo, no molesten, podría traducirse con mayor exactitud: quiero disfrutar de mi esfera privada, de mi vida sin el estorbo de intrusos indeseables.
· Todo esto que es cierto en gran parte de las culturas actuales, no ha sido ni es así para muchos pueblos y formas de vida. Las diferentes culturas admiten y reconocen esta esfera de privacidad de la vida, en medidas muy desiguales.
· Es muy significativo el hecho de que surja la desconfianza de los ciudadanos siempre que uno de ellos pretende hacer uso de su derecho a estar solo y esto incluso en las culturas que permiten y garantizan jurídicamente desde hace mucho tiempo esta esfera privada.
Por ejemplo, viajando en automóvil por la noche a través de de un barrio típico de la clase media de una ciudad norteamericana, pueden verse a través de las innumerables ventanas con cortinas descorridas a las familias en sus comedores o salas de estar, como en una pecera.
· Quien se aparta, quien corre las cortinas, quien permanece largo tiempo lejos de ajenas observaciones, es siempre en potencia un hereje.
· Con pocas excepciones, los americanos actuales siguen, todavía hoy, sintiendo cierto temor a rodear sus casas de vallas o setos. Y de construirlos, no ofrecen protección contra miradas ajenas. En algunas comunidades están incluso expresamente prohibidas.
· En cualquier tipo de asuntos, se tiene empeño en demostrar que uno no tiene nada que esconder.
· Hay costumbres actuales que tienen un origen en esa necesidad de no levantar la sospecha.
· En la Edad Media con las persecuciones de la Inquisición, el hecho de tener cortinas, levantaba la certeza en los vecinos de ser judío y realizar los ritos religiosos que estos hacen el sábado.
· Esta necesidad de disimular, obligaba a que en cualquier matanza de cerdo se llevaran presentes a las autoridades civiles y religiosas, con ello se demostraba que no se era de religión musulmana, costumbre esta que ha perdurado hasta nuestros días en los ámbitos rurales.
· En nuestro días, la necesidad de la libertad personal,(que se consagra en textos constitucionales y cartas de derechos humanos en países democráticos), cada vez más, sin embargo, se resiente de esa intromisión que los estados, con la justificación de la seguridad de todos y que en la mayoría de los casos esconde un afán del control de los ciudadanos, de sus opiniones, de sus costumbres y hasta de su hábitos de consumo. Es el control del Gran Hermano que describe Orwell en su famosa novela. Utilizando mensajes cortos y contundentes en los medios de comunicación, propagan opiniones, que no resistirían un análisis medianamente serio. Se valen de esa desconfianza hacia lo desconocido, que esta imbuida en nuestra cultura
· Los otros, visitantes, inmigrantes, vecinos, compañeros de trabajo o desconocidos, se convierten en instrumentos de ese control invisible, (hace poco en una población de nuestro país, se instaba a los convecinos a que denunciaran, anónimamente a los vecinos sospechoso de conductas anómalas, incluso se creó una página Web con este fin).

· Este tipo de instrumentos de vigilancia, es un caldo de cultivo de conductas en los que el respeto a la intimidad ajena se resiente, el vecino del que se sabe poco se convierte en sospechoso, el antipático está perdido, el migrante que no conoce las costumbres del país receptor, será el dardo de las miradas y culpable a priori de cualquier acto reprobable.
· LA TOLERANCIA
· Pensar que las actitudes que impiden la convivencia se dan solo en las poblaciones autóctonas es susceptible de llevarnos a un error, pues esos comportamientos se dan a menudo en los nuevos vecinos llegados, por trabajo o estudio, al país de acogida. Si nuestras normas de convivencia permiten a los migrantes a establecer su propio territorio, a menudo encontramos que los nuevos vecinos llegan a conclusiones completamente diferentes: ¿Por qué aprender español, inglés o alemán? ¿Por qué estudiar la cultura española y su historia?, «¿Por qué tomar las reglas y normas de comportamiento?, ¿Por qué? – Si puedo ser yo mismo y así debo ser considerado, no tengo que asimilarme a este país.
· Son estas actitudes las que abren una brecha en la convivencia. El nexo común de todos los actos que impiden la convivencia de las personas como seres libres individuales en armonía con todos está en dos valores en primer lugar el respeto individual a los demás y en segundo a la tolerancia con las diferencias culturales de las personas con las que compartimos espacio en tiempo y lugar.
· Cultivar estos valores, desarrollar los mecanismos políticos para que se conviertan en principios inspiradores de las políticas y practicas de los pueblos, dando a todos, a unos los inmigrantes, deberes y responsabilidades para con el país que ha adoptado y a los autóctonos respeto a las diferencias culturales y de comportamiento de los que vienen a compartir nuestro entorno, serán los que vayan cerrando las brechas que nos separan de una deseable convivencia en paz.
Fotografías:
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El Condado de Boulder Vivienda y Servicios Humanos,
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