Recuerdo la primera vez que vi de cerca una ballena.
Fue desde un barco que hace esa ruta turística desde el puerto de Santiago una pequeña localidad al sur de Tenerife que es famosa sobre todo por albergar unos enormes muros graníticos mirando al Atlántico, que son conocidos popularmente como “Los Gigantes”.
Guardo vivamente la emoción que nos embargo entonces a todos los pasajeros que pasamos de ser simples turistas, a una dimensión nueva, la de observadores de la naturaleza.
Ahí estaban, mas bellas aún que en todos esos documentales del National Geographic.
Hasta entonces las ballenas y la caza que tan valientemente denunciaban las organizaciones ecologistas como Greenpeace me pillaban un poco distantes, no sentía el tema muy de cerca, aunque como cualquier persona, me horrorizara con determinadas imágenes que los activistas nos arrojaban directamente a la cara.
Pese a ello, acostumbrado como estaba a las matanzas de atunes y otras especies de tunidos que se realizan en estos lares, donde hay una almadraba y varios cercados para engorde de atunes, la verdad es que estaba bastante insensibilizado con el tema, pero fue allí en el momento en que las vi, escuchando sus canticos resonando en mis oídos como las mas bella de las melodías, cuando comprendí lo que estábamos haciendo los depredadores humanos.Y que la lucha de los esforzados ecologistas merecía todo mi apoyo, aunque fuera poco importante, minúsculo, debía de mostrar mi apoyo y solidaridad con esa causa.Reconozco que no tengo el valor de Toru Suzuki o Junichi Sato, pero tengo voz y opinión y el deber de manifestarla y se que junto a miles de opiniones, posiblemente sirva para ayudar en algo a esos esplendidos seres.
Junichi Sato y Toru Suzuki son dos activistas de Greenpeace Japón que en abril de 2008, siguiendo lo que reveló un informador que había trabajado en el programa de caza de ballenas, descubrieron firmes evidencias de la presencia de carne de ballena que era enviada de forma secreta desde el Santuario de la Antártida y desde el barco ballenero Nisshin Maru, en cajas de cartón a las casas de tripulantes de la flota ballenera para ser vendida posteriormente de forma fraudulenta en el mercado negro. Sato entregó una caja con esta carne en la oficina de la Fiscalía de Tokio en mayo de 2008 junto a un informe con todos los datos de la trama de corrupción. Sin embargo, esta trama dejó de ser investigada el 20 de junio de 2008, el mismo día que ambos activistas fueron arrestados y retenidos durante 26 días antes de ser acusados de robo y asalto a la propiedad.
Hay un informe de Greenpeace donde se exponen pruebas convincentes de que miembros de la tripulación, funcionarios de la industria, e incluso del Parlamento japonés, participaron en la corrupción relacionada con el programa ballenero financiado por la ciudadanía, pero lo que hicieron las autoridades japonesas fue encarcelar y juzgar a los denunciantes Junichi y Toru.
Y hoy me llega una petición de firma de Avaaz, que denuncia como la Comisión Ballenera Internacional acaba de hacer pública una propuesta que legalizaría la pesca comercial de las ballenas por primera vez en 24 años.
En estos momentos, los distintos gobiernos están decidiendo sus reacciones inmediatas, y le están prestando mucha atención a la reacción de la opinión pública a nivel mundial.
Nueva Zelanda ha condenado algunas de las medidas propuestas (las cuales incluyen una cuota legal para la caza de ciertas ballenas en peligro de extinción), como «inaceptables» y «ofensivas.»
Sin embargo, existe el rumor de que otros países claves la apoyarán.
Por eso es tan importante que escuchen nuestras voces de inmediato.
Avaaz ha lanzado una petición urgente para mostrarle a nuestros líderes que sus ciudadanos quieren proteger a las ballenas, no cazarlas, matarlas y venderlas, mas de 400.000 personas ya hemos firmado y la petición se está enviando a los delegados de la Comisión Ballenera Internacional cada vez que se alcanzan 100.000 firmas adicionales.
Hace cuarenta años, las ballenas estaban al borde de la extinción.
Pero gracias a aquellos activistas pioneros que provocaron una enorme movilización social global, la comunidad internacional prohibió la caza comercial de ballenas en el 1986.
La prohibición es uno de los grandes triunfos del movimiento ambiental.
Hoy en día, las ballenas todavía enfrentan serias amenazas: no sólo los arpones de los balleneros, sino también el cambio climático y la destrucción de los ecosistemas por la pesca excesiva y la polución.
La reanudación de la caza comercial de ballenas podría ser devastador para estas criaturas tan extraordinariamente inteligentes y tan cercanas a los seres humanos.
Durante varias décadas ha existido un fuerte consenso internacional que se oponiéndose a la caza de ballenas. Aún así, Japón, Noruega e Islandia han continuado capturando ballenas, ignorando la prohibición mundial contra la caza, e incluso argumentando que sus expediciones tenían fines de «investigación científica». Y ahora, estos países podrían verse beneficiados aún mas por una propuesta «de compromiso» que legalizaría dicha caza comercial a cambio de promesas dudosas de reducir poco a poco la caza anual.
Peor aún, varios países le están prestando mucha atención al proceso, esperando poder lanzar sus propios programas de caza de ballenas.
Si se acepta que Japón, Noruega e Islandia puedan cazar ballenas y vender su carne, muchos se preguntarán: «si pueden ellos, ¿por qué no podemos nosotros?»
No debemos dar un solo paso atrás.Es hora de salvar a las ballenas una vez más.
Haz click en el link de abajo y reenvía el enlace a tus contactos explicando que estas en contra de la legalización de la caza comercial de ballenas.
http://www.avaaz.org/es/whales_under_threat/97.php?cl_tta_sign=36b3715dbf6882e5f123dca29fd299fd
Fuentes: Greenpeace, Avaaz.
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