Alejandra Pizarnik, donde la letra se hace silencio

Alejandra Pizarnik Descubrí a Flora (Alejandra Pizarnik), en mis búsquedas sobre la vida de Cortázar, (a quien he vuelto a releer, después de mucho tiempo), y en las que no pasa desapercibida la relación de esta importante poeta del surrealismo, con él.

Alejandra

Puesto que hades no existe, seguramente estás allá,

último hotel, último sueño,

pasajera obstinada de la ausencia.

Sin equipajes ni papeles,

Dando por óbolo un cuaderno

O un lápiz de color.

– Acéptalos barquero: nadie pagó más caro

el ingreso a los Grandes Transparentes,

al jardín donde Alicia la esperaba.

Julio Cortázar

(Este poema de Cortázar fue publicado en la revista Desquicio, en el otoño de 1972, en París)

Cuenta Carlos Luis Torres que desde niña coleccionó lápices de colores, los llevaba en una bolsita, eran ya diminutos y los obsequiaba a sus amigos como en un juego mágico.

Leo parte de su obra poética en un digno volumen publicado por Lumen (Alejandra Pizarnik/POESIA COMPLETA, edición a cargo de Ana Becciú, 2007).Portada libro Pizarnik “Ella  poetiza  ávida por el naufragio, enamorada de su muerte, amante del dolor y del sufrimiento. Ella poetiza  sutil y delicadamente”.
Este “bicho”, como le decía cariñosamente Julio Cortázar, es la puerta de entrada a una re-lectura de los poetas suicidas más destacados de Latinoamérica. Hija de inmigrantes de Europa Oriental, con ascendencia judía en Rusia, que llegan a Buenos Aires a vivir en un barrio pequeño burgués al sur de la ciudad. Al poco tiempo de su llegada, el 29 de abril de 1936, en Avellaneda, nace Alejandra. Fue la segunda hija del matrimonio Pozharnik (Elías y Rejzla).

Todos los textos que intentan ser biográficos señalan lo mismo: “Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y luego pintura con Juan Batlle Planas. Vivió en París entre 1960 y 1964 donde trabajó para la Revista Cuadernos y algunas editoriales; tradujo a Antonin Artaud, Henry Michaux, Aimé Casairé e Yves Bonnefoy, publicó poemas y ensayos además de sus estudios de historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona”.

A su retorno a Buenos Aires publica Los trabajos y las noches, Extracción de la piedra de la locura, El infierno musical y La Condesa sangrienta. “En el año 1969 recibió la beca Guggenheim y en 1971 la beca Fullbright. El 25 de septiembre de 1972 mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba interna, en la ciudad de Buenos Aires, Alejandra murió de una sobredosis intencional de seconal”.


Sobre la vida y obra de Alejandra se ha escrito “demasiado” y la mayoría de los textos aluden a lugares comunes. También se encuentran ediciones que aparentan ser la obra completa ; sin embargo, se observa en las publicaciones que de vez en cuando se hacen de su obra y diarios, diferencias y mutilaciones en ellas, aunque cada una de estas anuncia la revisión de la anterior; una de sus estudiosas, una avezada investigadora venezolana, señala cómo el diario de Alejandra fue mutilado por sus familiares pues ¿cómo permitir que el público se enterara de sus pasiones, de su homosexualidad, de sus eróticos y diabólicos imaginarios?.

Alejandra, no hay duda, es una de las mejores poetisas de Latinoamérica. Analizada por muchos críticos y popular en el ámbito de la pequeña burguesía intelectual que se deleita con la lectura del dolor profundo de la existencia humana. Este último es el lugar de reflexión de estas líneas que además sólo intentan registrar pequeños espacios de su vida y de su obra con un aliento reivindicatorio de su decisión de máxima libertad.

Alejandra Pizarnik, cuya fuga de la realidad acabó traduciéndose en prestigio poético. No obstante, a pesar de la sensación de extrañeza que preside su repertorio vital, las vicisitudes afectivas de esta escritora también pueden encandilar al lector por el modo en que, en un segundo movimiento, la empujaron a rebuscar el misterio que impregna lo cotidiano. De ese modo, la poesía aparece como resultado espontáneo de una biografía que no hubiera podido expresarse con otro tipo de imágenes.


Alejandra escribe desde la muerte, por ello todo es incoherente, no existe un narrador concordante con el receptor, los dos se cruzan, se confunden. No existe el tiempo porque en la muerte no existe la coherencia. Cuando dos voces conversan desde la tumba se abre el espacio de la libertad absoluta: todo es permitido, ¿qué diferencia la cordura de la locura?, ¿qué es lógico o lo contrario?, ¿qué es una prosa y qué es poesía?, o mejor, ¿qué es la vida y qué es la muerte?. Alejandra sabe que de ese otro lugar conoce más ella que nosotros sus lectores… estamos de este lado, donde todo es sucesión de palabras, de frases, de tiempo, de páginas y ella nos da la oportunidad para que apenas nos asomemos y asombremos con la muerte. ”.(Carlos Luis Torres Gutiérrez).

“En todo caso, según detalla Ana Nuño,(Ana Nuño, en Alejandra Pizarnik, Prosa completa, edición a cargo de Ana Becciú, Barcelona, (Editorial Lumen, 2001 p. 7), la mitificación de su propio fallecimiento «ha acabado produciendo una especie de relato de la pasión que la recubre con el velo de un Cristo femenino». Abundan los retratos del poeta suicida y Alejandra ingresa en esa galería de espectros añadiendo una etiqueta más a su obra. ¿Alguien discute, a estas alturas, que el malditismo sea un rótulo atractivo?

Como es obvio para Nuño, resultan graves las consecuencias de esa patología consistente en vincular vida y obra. La lectura de todo ello nos conduce a la cuestión del género: «La melancolía, la soledad y el aislamiento, cuando se ponen de manifiesto en la vida de una mujer, son rasgos que admiten ser interpretados como la prueba de un desequilibrio psíquico de tal naturaleza, que puede conducir a su autora al suicidio o la locura. Si es varón el escritor, en cambio, y su obra o vida o ambas manifiestan parecida contextura —la lista es larga, de Hölderlin y Rimbaud a Kafka y Beckett—, ésta suele recibirse como una confirmación del talante visionario del hacedor» (Ana Nuño, op. cit., p. 7). A vueltas con esa conexión entre la obra literaria y la realidad de su autora, Frank Graziano cree que «la obra suicida de Pizarnik sólo puede nombrar una muerte literaria y nunca una real». Es más, el debate sobre si la escritora cometió un suicidio o simplemente erró la dosis, resulta académico en lo concerniente a su creación literaria, pues dicha obra «sólo nombra la muerte que sufrió Pizarnik como autora, como personaje de su propia ficción, cualesquiera que fuesen las intenciones específicas de Pizarnik como persona» («Una muerte en que vivir», Alejandra Pizarnik. Semblanza, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 12-13)”. (biografía literaria del Centro Virtual Cervantes).

“Pizarnik arma su escritura y la goza como un «éxtasis maldito» o como una crisis erótica donde la letra se hace silencio (les cosían la boca) o aullido (escapaban de sus labios palabras procaces… imprecaciones soeces y gritos de loba). ¿Acaso coser (que siempre es remendar, fabricar, reparar) equivale a mutilar, amputar, cortar, crear un lugar vacío? . Probablemente si, porque donde está eso hay que quitar eso; donde no está eso, para castigar el placer que está triunfalmente unido a esta carencia, sólo queda castigar este vacío, negar este vacío no llenándolo, sino cerrándolo, cosiéndolo. La traducción del dolor en poder es la oposición entre cuerpo y voz.

El mutismo puede ser un procedimiento de anulación eficaz y sobre todo, deja huellas. La distancia entre torturador y torturado es exagerada y las formas de poder se incrementan por su control no solo sobre el cuerpo sino también sobre la voz de la víctima. La condena no solo tiene o ejerce control sobre su propia voz, sino que también controla el tormento de sus víctimas. La costura hace retroceder el cuerpo a los límites del no sexo. Coser es rehacer un mundo sin costuras, remitir el cuerpo divinamente fragmentado -cuya fragmentación es fuente de todo el placer pizarnikiano- a la abyección del cuerpo liso, del cuerpo total. Las letras conforman el tapiz (tapizadas con cuchillos) del texto: la violencia comunica que el lenguaje, encerrado en el sistema, «enjaulado» en la norma, debe volverse agresión para decir. Ese tapiz se teje, precisamente, con las jóvenes costureras, sacrificadas en cada búsqueda: la escritura”.(Patricia Venti)

Transcribo estos versos del poemario de 1958, “Las aventuras perdidas”:

MUCHO MAS ALLÁ

¿Y qué si nos vamos anticipando

de sonrisa en sonrisa

hasta la última esperanza?

¿Y qué’?

¿Y qué me da a mí,

a mí que he perdido mi nombre,

el nombre que me era dulce sustancia

en épocas remotas, cuando yo no era yo

sino una niña engañada por su sangre?

¿A qué, a qué

este deshacerme, este desangrarme,

este desplumarme, este desequilibrarme

si mi realidad retrocede

como empujada por una ametralladora

y de pronto se lanza a correr,

aunque igual la alcanzan,

hasta que cae a mis pies como un ave muerta?

Quisiera hablar de la vida.

Pues esto es la vida,

este aullido, este clavarse las uñas

en el pecho, este arrancarse

la cabellera a puñados, este escupirse

a los propios ojos, sólo por decir,

sólo por ver si se puede decir:

< < ¿es que yo soy? ¿verdad que sí?

¿no es verdad que yo existo

y no soy la pesadilla de una bestia?  >>.

Y con las manos embarradas

golpeamos a las puertas del amor.

Y con la conciencia cubierta

de sucios y hermosos velos,

pedimos por dios.

Y con las sienes restallantes

de imbécil soberbia

tomamos de la cintura a la vida

y pateamos de soslayo a la muerte.

Pues eso es lo que hacemos.

Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa

hasta la última esperanza.

Flora Pizarnik Saber mas sobre Alejandra Pizarnik:

http://amediavoz.com/pizarnik.htm

http://www.literatura.org/Pizarnik/Pizarnik.html

http://www.sololiteratura.com/piz/pizarnik.htm

http://www.cibernetic.com/ALE/

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2148

http://www.los-poetas.com/e/pizarnik.htm

Fuentes:

Alejandra Pizarnik/POESIA COMPLETA, Editorial Lumen S.A. Barcelona 2007

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Esta obra se distribuye con una licencia de Creative Commons.

Publicado por

Juan Francisco

En la red, tan dada al anonimato, a mí me gusta conocer algo de quien escribe, aunque no necesito una biografía, ni un currículum vítae, por éso ahora diré quién soy: Mi nombre (cosa poco importante) es: Juan Francisco Nací en el Atlántico, pero me críe, vivo y sueño en el Mediterráneo. Tengo hijos y nietos además de una extensa familia a la que quiero mucho y que está repartida por todo el orbe, por eso, admiro, comprendo y puedo convivir con diferentes culturas. Conocí y tuve como maestros a grandes personas, aunque la mención de estas no os dirá nada por ser desconocidas para la mayoría, hecho éste que no resta un ápice a su grandeza. Me interesa, la historia, el arte, las letras, el conocimiento humano y la música. Busco la verdad en la información y creo en la necesidad de la denuncia de las injusticias. Hago míos los versos del genial Cervantes: “Vida es esta, señor, do estoy muriendo entre bárbara gente descreída, la mal lograda juventud perdiendo”. Si quieres contactar conmigo por algún motivo, manda un correo a: contacto@elcrisoldelacordura.com

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